Y la luna.

Y la luna, reservada, sigilosa, cargada de secretos,

ilumina los reflejos 
de las navajas en el lago,
donde sus aguas van tiñéndose de rojo.
Atrás quedaron ya los celos y las venganzas,
los desamores y las traiciones
la rabia y los rencores,
saldados con las riñas
en callejones,
en páramos protegidos
 por la oscuridad,
y la luna, escaparate de las realidades
que nos negamos a ver,
testigo de huidas 
de adolescentes enamorados,
de discusiones de matrimonios
ya cansados de sus rutinas,
de homicidios causados por
el alcohol,
de suicidios,
de ancianos olvidados,
desamparados,
de artistas solitarios
que rehúyen de la luz del sol,
de gente que se pasan todas 
las noches viendo la televisión,
ancianos olvidados,
de insomnes con la radio como 
única compañía,
de jóvenes amantes
haciendo el amor
toda la noche,
de los llantos de bebés,
de estudiantes
 en vísperas de
exámenes...
¡Cuánto sabes tú, callada,
majestuosa luna!
¿Quién pudiera desvelar tus enigmas?




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